La política del PP de gobernar en solitario, sin buscar el mínimo
apoyo de otros grupos parlamentarios, me parece lógica, que no
correcta, en lo que a medidas económicas se refiere, pues para algo
tienen mayoría absoluta. Pero en lo que se trata de temas sociales
que cuentan con la oposición del resto del Congreso, así como de
gran parte de la población, su manera de gobernar se acerca mucho a
la definición de despotismo.
La decisión de Gallardón de sacar adelante una Ley del Aborto
claramente retrógrada, extemporánea, y completamente parcial, rompe
con el espíritu mismo de la Democracia, algo a lo que en verdad nos
estamos empezando a malacostumbrar.
Es cierto que la Ley anterior, aprobada por el PSOE cuando aún
gobernaba, tenía algunos flecos inadecuados pero corregibles, como
la posibilidad de que una menor abortara sin ni siquiera el
conocimiento de sus padres, pero nos traía una novedad que
compensaba con muchos los errores que tuviera: el derecho a decidir
Por primera vez se dejaba de considerar el aborto como un delito y
se comenzaba a plantear desde un punto de vista mucho más acorde a
los tiempos actuales, que es el de la persona que queda embarazada.
La ley ofrecía a esa mujer la libertad para plantear como quería
orientar su vida, si deseaba tener al hijo, o por el contrario, por
el contexto en que se encontraba, creía que no era el momento más
adecuado para ofrecerle un futuro al que posiblemente fuera la más
ardua empresa a la que se iba a enfrentar en su vida, como es la de
criar y educar a otro ser humano durante más de dieciocho años. El
Estado no era quien para dirigir la vida de sus ciudadanos.
Pero no sólo eso, pues la ley se centraba en la importancia que
tiene la educación sexual en el siglo XXI, no era, como algunos
dicen, "una barra libre del aborto", de hecho, se pretendía
buscar la reducción de los mismos, pero dejando la elección en
quien de verdad tiene legitimidad para ello: la madre.
El PP, por contra, ha decidido que esa ley no encajaba con los
principios que defendía, lo que es de respetar, pero además ha
creado una ley tan fundamentalista que sólo encuentra apoyo en un
cada vez más minísculo sector de la población, condenando a la
misma a una próxima desaparición en cuanto otro grupo político
obtenga el poder, en vez de intentar suavizarla a una postura más
conservadora pero que permitiera una cierta libertad al ciudadano.
Lo que no puede hacer el PP es penalizar el aborto en casi todos
los casos, obligar a la mujer a tener hijos con discapacidades y al
mismo tiempo recortar las ayudas sociales. Si de verdad quisiera
gobernar, y no imponer, debería seguir la línea que se inició hace
unos años: invertir en educación sexual para concienciar a la gente
de las medidas anticonceptivas que existen, hacer razonar de manera
madura cual es la decisión correcta en caso de que la primera medida
falle o no se cumpla, ofrecer ayudas a las posibles madres para el
cuidado de sus hijos, sobre todo en los casos de personas sin
recursos o de fetos con malformaciones que impedirán su normal
desarrollo en el futuro, y finalmente, confiando en capacidad de
obrar que a todos se nos presume a partir de cierta edad, dejar
elegir al ciudadano.
Por lo visto el sistema de los populares es del mandar, y no
conciliar, y el de recortar en vez de invertir. De nuevo han optado
por poner el dinero por encima de las personas, y han cogido el
camino fácil para conseguirlo.
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