lunes, 8 de abril de 2013

De España y Catalunya


Tanto asunto con Catalunya me ha hecho plantearme una pregunta: ¿Cuál es la principal razón por la que esta Comunidad Autónoma quiera separarse de España?.

En un principio la respuesta de la mayor parte de la gente es que por dinero, y es que está claro, el dinero mueve el mundo y es una razón bastante convincente, pero si profundizamos en el asunto nos damos que los ciudadanos de “a pie” en su mayoría no somos conscientes de cuánto están ganando o perdiendo Catalunya y España anualmente con el Fondo de Compensación Interterritorial y otras partidas presupuestarias; mejor dicho, no lo saben ni ellos.


Esto me lleva a pensar en una segunda razón: el sentimiento. Uno de los distintos lazos que mantienen unidos la mayor parte de los países democráticos contemporáneos es el sentimiento de unidad nacional que en mayor o menor medida anida en todos nosotros. Cualquier persona, ya sea hacia su nación, su región, o su lugar de nacimiento, establece un vínculo afectivo y de protección, y no deja que alguien ajeno a ese círculo lo dañe o menosprecie –en el caso de Canarias un ejemplo son los incendios forestales, cuando vemos que dañan nuestra tierra inmediatamente salimos a defenderla en conjunto-. Por ello, cuando los catalanes amenazan con romper la unidad nacional, el resto de españoles sienten como que alguien ha maltratado una de sus “fibras” interiores y en seguida se posicionan en contra de esa separación, todo lo que sea fragmentar nos parece una locura en una época donde cada vez más se acentúa la unión entre personas y países.

Y es en este punto cuando llegamos al punto clave. Si lo que mantiene unido un país es el sentimiento nacional, y los catalanes no se sienten identificados, y por tanto se son ajenos a éste ¿hasta qué punto es lícito mantener contra su voluntad, en un país democrático, a un pueblo o región como parte de un Estado en el que no se ven reflejados? Y sobre todo ¿Por qué razones?

Si la respuesta a la primera pregunta es porque hay más personas en España contrarias a que Catalunya se independice de las que están a favor, y como esto es una democracia se hace lo que la mayoría dice; estaríamos demostrando una absoluta falta de madurez como personas y como nación además  actuar como unos tiranos desvirtuando bajo la apariencia de la democracia uno de los más importantes principios democráticos: la libertad.

Si por el contrario es porque Catalunya es una de las regiones más ricas de España y su escisión significaría una importante pérdida económica para el resto del país, estaríamos afirmando que nuestro interés en esa región es el de una pura explotación económica más propia de los imperios coloniales del siglo XIX que de un Estado Social y Democrático de Derecho como el que nos gusta llamarnos e identificarnos.

Dicho todo esto, no niego que muy posiblemente el increíble aumento del apoyo al movimiento independentista en Catalunya se deba en gran parte a un fuerte giro político realizado por los partidos gobernantes de la CA con el objetivo de distraer a la población de los numerosos problemas económicos que están sufriendo, y de paso culpar al Gobierno Central y al resto del país de la causa de esos problemas.

Sin embargo, esto último no será una excusa asumible si el movimiento independentista finalmente traspasa el ambiente político y se crea un verdadero sentimiento en la mayor parte de la región, de cuyas aspiraciones, como país democrático, al que llevamos aspirando e intentando demostrar serlo desde la Transición, no somos los dueños ni tenemos derecho a impedir su cumplimiento.

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