Tanto asunto con Catalunya me ha hecho plantearme una pregunta: ¿Cuál es la principal razón por la que esta Comunidad Autónoma quiera separarse de España?.
En un principio la respuesta de la mayor parte de la gente es
que por dinero, y es que está claro, el dinero mueve el mundo y es una razón
bastante convincente, pero si profundizamos en el asunto nos damos que los
ciudadanos de “a pie” en su mayoría no somos conscientes de cuánto están
ganando o perdiendo Catalunya y España anualmente con el Fondo de Compensación
Interterritorial y otras partidas presupuestarias; mejor dicho, no lo saben ni
ellos.
Esto me lleva a pensar en una segunda razón: el sentimiento.
Uno de los distintos lazos que mantienen unidos la mayor parte de los países
democráticos contemporáneos es el sentimiento de unidad nacional que en mayor o
menor medida anida en todos nosotros. Cualquier persona, ya sea hacia su nación,
su región, o su lugar de nacimiento, establece un vínculo afectivo y de
protección, y no deja que alguien ajeno a ese círculo lo dañe o menosprecie –en
el caso de Canarias un ejemplo son los incendios forestales, cuando vemos que
dañan nuestra tierra inmediatamente salimos a defenderla en conjunto-. Por
ello, cuando los catalanes amenazan con romper la unidad nacional, el resto de
españoles sienten como que alguien ha maltratado una de sus “fibras” interiores
y en seguida se posicionan en contra de esa separación, todo lo que sea
fragmentar nos parece una locura en una época donde cada vez más se acentúa la
unión entre personas y países.
Y es en este punto cuando llegamos al punto clave. Si lo que
mantiene unido un país es el sentimiento nacional, y los catalanes no se
sienten identificados, y por tanto se son ajenos a éste ¿hasta qué punto es lícito
mantener contra su voluntad, en un país democrático, a un pueblo o región como
parte de un Estado en el que no se ven reflejados? Y sobre todo ¿Por qué
razones?
Si la respuesta a la primera pregunta es porque hay más
personas en España contrarias a que Catalunya se independice de las que están a
favor, y como esto es una democracia se hace lo que la mayoría dice; estaríamos
demostrando una absoluta falta de madurez como personas y como nación además actuar como unos tiranos desvirtuando bajo la
apariencia de la democracia uno de los más importantes principios democráticos:
la libertad.
Si por el contrario es porque Catalunya es una de las
regiones más ricas de España y su escisión significaría una importante pérdida económica
para el resto del país, estaríamos afirmando que nuestro interés en esa región
es el de una pura explotación económica más propia de los imperios coloniales
del siglo XIX que de un Estado Social y Democrático de Derecho como el que nos
gusta llamarnos e identificarnos.
Dicho todo esto, no niego que muy posiblemente el increíble
aumento del apoyo al movimiento independentista en Catalunya se deba en gran
parte a un fuerte giro político realizado por los partidos gobernantes de la CA
con el objetivo de distraer a la población de los numerosos problemas económicos
que están sufriendo, y de paso culpar al Gobierno Central y al resto del país
de la causa de esos problemas.
Sin embargo, esto último no será una excusa asumible si el
movimiento independentista finalmente traspasa el ambiente político y se crea
un verdadero sentimiento en la mayor parte de la región, de cuyas aspiraciones,
como país democrático, al que llevamos aspirando e intentando demostrar serlo
desde la Transición, no somos los dueños ni tenemos derecho a impedir su
cumplimiento.
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