A veces no hace falta que sea el día mundial de algo para recordarlo un poco y tenerlo siempre en la cabeza. Puede que esta entrada no esté muy relacionada con los temas que trato normalmente en el blog, pero al final la intención siempre es hacer pensar un poco, y como tenía esto un poco abandonado creo que es una buena manera de retomarlo.
Se despertó con el sonido del timbre y con mucha dificultad se levantó con intención de abrir la puerta, lo que no evitó que parara un segundo frente al espejo que decoraba su dormitorio. Sorprendido, vió en su pecho, colgando, una pequeña libreta titulada "léeme", mandato que obedeció sin dilación:
Se despertó con el sonido del timbre y con mucha dificultad se levantó con intención de abrir la puerta, lo que no evitó que parara un segundo frente al espejo que decoraba su dormitorio. Sorprendido, vió en su pecho, colgando, una pequeña libreta titulada "léeme", mandato que obedeció sin dilación:
"De
Javier para Javier, mi yo del futuro:
27/10
Es
curioso como la mayoría de las personas se quejan de que toda su
vida se reduce a una monótona rutina consistente en levantarse de la
cama, ir al baño, desayunar, e ir a trabajar. Bueno, en cierto
sentido no saben lo afortunado que son, porque tú (yo) no podemos
disfrutar de ese pequeño placer que es la seguridad en el futuro, en
despertarnos y saber que las cosas seguirán como ayer.
Supongo
que leer estas palabras te costará más cada día que pasa, pero no
se me ocurría una manera más sencilla de explicar que es lo que te
está pasando. Habrá días que te levantes y no necesites recurrir a
este cuaderno, porque sabrás perfectamente lo que hay dentro. Pero
llegará el momento en que tus recuerdos comiencen a disiparse, te
despertarás ignorante y mirarás con asombro a tu espejo,
preguntándote qué es eso que cuelga de tu cuello, y te sorprenderá
más aún el saber que has sido tú quien ha escrito cada una de las
letras que hay en su interior y que no seas capaz de recordar ni tan
solo una oración.
Llegados
a este punto, no me voy a andar con más rodeos poéticos, tienes
Alzhéimer, y mereces que seas tú mismo quien te lo diga y te
comente algunos de los pensamientos que más han rondado por nuestra
cabeza durante este tiempo..."
El
timbre volvió a sonar recordándole que en el otro lado de la puerta
había alguien esperándole, por lo que decidió interrumpir la
lectura y atender a tan impacientes visitantes. Institivamente echó
un vistazo por la mirilla y reconoció ninguna de las caras, aunque
sin saber bien por qué abrió la puerta sin preguntar.
-Hola
Papá.- saludó la joven chica rubia con un beso, seguido de un
suspiro.- No me recuerdas ¿verdad?- él asintió. - soy tu hija,
Cristina ¿no has mirado el libro?.- el rostro del padre permaneció
mudo.- está bien, haremos una cosa, voy a hacerte el desayuno, tú
siéntate en el salón y sigue leyendo, en un rato verás que todo
está en orden.- la cara de desconfianza de su progenitor la hizo
volver a suspirar.- mira aquí, es una foto tuya, en mi cartera ¿me
crees ahora?.- él asintió inseguro y se encaminó al salón
dispuesto a cumplir el mandato de su "hija".
"...Para
empezar, no te voy a mentir, el suicidio es una idea que hemos
barajado en más de una ocasión, y por eso merece la pena gastar
unas líneas en recordarte por qué aún sigues leyendo esto.
En
primer lugar, tus hijos, por si te has sorprendido, es importante que
sepas que tienes dos, Juan y Cristina, tienes una foto de ellos al
final del cuaderno."
Miró
las imágenes e identificó a la chica con la mujer que se había
presentado hacía unos minutos como su hija. Todo estaba correcto.
"Todos
nos sentimos impulsados a proyectarnos en las personas que nos
rodean, en transmitirles una parte de nosotros y así sentir que
nuestra identidad sobrevivirá a nuestro cuerpo, al menos durante un
tiempo. ¿Y dónde alargar nuestra vida más que en nuestra
descendencia, en aquellos que han crecido bajo nuestra tutela y nos
han tomado como referentes a lo largo de su vida? Quizás esta sea la
razón por la que nos sintamos tan reacios a separarnos de ellos, a
privarles de nuestro Yo a los que para nosotros, en el fondo, no son
más que una prolongación de nosotros mismos. Decidir acabar con
nuestra vida significaría un mal mayor que privarles de un miembro
de su cuerpo, sería destruir una parte de lo que los hace únicos,
de su ser interior, y esa es una responsabilidad que no estás
dispuesto a asumir.
En
segundo lugar, aunque bien podría haber ocupado el primero, tienes
que pensar en tu esposa, aquella con la que has compartido felizmente
cincuenta años de tu vida, y de la que hemos decididos todos tus yo
que se han levantado cada día y han leído este cuaderno no adjuntar
foto porque creemos que sólo se haría justicia con ella
apreciándola en el lado izquierdo de la cama, mientras duerme. No te
miento si te digo que ese será el momento más feliz de tu día, que
algunas veces será toda una vida."
El
corazón se le aceleró y con un brío renovado se levantó hacia el
dormitorio recordando con dificultad algunos de los momentos más
bellos que había vivido junto a ella ¿Cómo olvidarla si ella lo
era todo para él? ¿Cómo olvidarla si en el fondo sabía que la
segunda razón era la primera y que razones para vivir no había más
que una?
Pero
llegó al dormitorio y ella no estaba ¿cómo era posible? La cama
estaba hecha, ella tenía la costumbre de hacer su lado cuando
madrugaba, ahora lo recordaba perfectamente, doblando las sábanas
con cuidado para no despertarle, sin saber que en verdad él la
observaba en silencio, haciéndose el dormido. Pero ahora no sabía
donde se había metido, y ella no había dejado una nota diciendo
donde estaba ¿Y si le había pasado algo?
-¡Cristina!
- gritó histérico.- ¡Cristina! ¿Dónde está mamá? ¿Qué le ha
pasado a mamá? - sentía que el corazón se le paraba del terror.
-¡Papá!
¿Qué te ocurre? No grites, mamá ha ido a comprar unas cosas, ahora
vendrá.- ella lo abrazó tiernamente.- no pasa nada, siéntate en el
salón con Luis.-
-¿Luis?
¿Quién es Luis?.- preguntó él justo antes de descubrir que era el
marido de su hija, ante lo que se tranquilizó y pidió que le
dejaran ir al baño a lavarse la cara.
Ya
en el baño se secó con la toalla tras enjuagarse y se quedó en
silencio escuchando la conversación que se filtraba por la puerta
entrecerrada "-¿Por qué no le has dicho nada? -¿Para qué? se
olvidará en un rato ¿Habrá que repetírselo mil veces? ¿Hacerle
sufrir ese dolor otras mil veces? Es peor que torturarle -¡Pero
Cristina! Él merece saber que su mujer ha muerto ¿Qué le dirás
cuando pasen las horas y ella aún no haya llegado? -Bah, en unos
minutos ni se acordará de que ella existe."
Las
lágrimas se le amontonaron en la cara y comenzó a notar como el
aliento se le entrecortaba y le costaba respirar, parecía que le
estaba dando un ataque al corazón. Se apoyó en el lavabo, bajó la
cabeza y cogió aire intensamente intentando recuperar el control de
sus pulmones. Volvió a mirar al espejo ¿Por qué estaba llorando?.
¡Maravilloso! Es tan real que has conseguido que se me salten las lágrimas. No dejes de escribir nunca.
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