Siete años de Crisis bajo la dirección de los dos principales partidos políticos de España; una tasa de paro nacional del 26´7%; una deuda pública que alcanza 97% del PIB; recortes presupuestarios, iniciados durante la dirección del PSOE y continuados por el PP, de cerca de 7.300 millones en Educación, y 12.832 millones en Sanidad; un rescate bancario que nos ha costado más de dos mil quinientos euros por ciudadanos, casi 100.000 millones; una política de austeridad dirigida desde Europa... Así se podría seguir durante bastantes páginas sin poder poner fin a la lista de barbaridades cometidas por el conglomerado PPSOE, entre otros, pero la idea ha quedado bastante clara.
En cualquier momento del Telediario observamos como Europa cada vez tiene más peso en las decisiones nacionales, muchas veces limitándose a ordenar sin dar opción a negociación. Todos los días se puede leer en las Redes Sociales la indignación de la gente, las críticas al Gobierno, la necesidad de un cambio, o, mejor, de una regeneración democrática. Cada semana aparecen en los medios nuevos casos de corrupción, nuevas propuestas para una reforma constitucional capaz de subsanar los defectos de un sistema que ya se muestra obsoleto. No hay mes que no se convoque una manifestación que solicite una mayor participación ciudadana en la política, y menos aún que no acabe con enfrentamientos con los cuerpos policiales.
Y aún así hoy, cualquiera que abra el periódico se encontrará con la previsión de unas cifras de abstención récord y una victoria aplastante del bipartidismo español.
Tras esto, he de reconocer que España es un país único en el mundo; he de reconocer que estamos hechos de una pasta especial, lo que algunos antes llamaban la Raza Hispana; y he de reconocer que me avergüenza pertenecer, al menos formalmente a ella. Porque es increíble la hipocresía de este país, renegando de una clase política a la que ¡nosotros! hemos puesto ahí; sí, nosotros, ellos no han sido colocados ahí por la gracia de Dios (aunque más de uno pueda llegar a pensar que es así); porque cada vez que se nos presenta la oportunidad de cambiar las cosas la dejamos pasar con tal de no levantarnos del sillón ¿Para qué? si aquí se está muy cómodo.
Pasarán las elecciones europeas, y comenzarán a proliferar mensajes de crítica hacia la clase política, hacia la falta de participación del ciudadano en el día a día de la política. ¿Pero cómo vamos a participar en el día a día si no somos capaces de hacerlo una vez cada cuatro años? ¿Cómo vamos a querer cambiar el sistema si no somos ni capaces de cambiar a unos "representantes" puestos por nosotros?
A lo mejor he sido demasiado ingenuo suponiendo que en este país, aunque tarde, nos daríamos cuenta de que tenemos el poder para proyectar nuestras indignación más allá de la calle y las redes sociales; de que una acción tan simple como votar podría dar comienzo a un cambio de la situación, demostrando que no estamos dispuestos a tragar todo lo que nos echen.
Pero empiezo a tener la certeza, y no ya la suposición, de que en verdad no podía estar más lejos de la verdad, de que los políticos, por ser parte del pueblo (por mucho que queramos distinguirlos de nosotros) nos conocen demasiado y bien. El problema de este país no son sus dirigentes, sino sus ciudadanos.
En "La Lengua de las Mariposas" Fernando Fernán Gómez acaba la película diciendo: "Si conseguimos que una generación, una sola generación, crezca libre en España, ya nadie les podrá arrancar nunca la libertad. Nadie les podrá robar ese tesoro.” Que equivocado estaba, simplemente tenemos lo que nos merecemos.
En "La Lengua de las Mariposas" Fernando Fernán Gómez acaba la película diciendo: "Si conseguimos que una generación, una sola generación, crezca libre en España, ya nadie les podrá arrancar nunca la libertad. Nadie les podrá robar ese tesoro.” Que equivocado estaba, simplemente tenemos lo que nos merecemos.
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