No es necesario contar todo lo que ha ocurrido en este país durante estos últimos 7 años para que se hagan una idea del contexto en que quiero situarles. No es necesario porque, precisamente, de lo que quiero hablar es de lo que todos los que hemos crecido bajo esta situación sentimos en nuestro interior.
Tras una crisis que ha prácticamente arrasado en todos los sectores económicos del país, la mayoría de nosotros vemos el futuro como negro o muy negro, a pesar de la recuperación esa que dicen que estamos viviendo. A diferencia de nuestros padres, o nuestros abuelos, nuestra generación se presenta ante un escenario adverso como nunca antes se había vivido -por algo dicen que seremos los primeros en vivir peor que los que nos precedieron- y con una actitud bastante pesimista con respecto a nuestras posibilidades. Y con razón.
Estos últimos años parecen habernos enseñado que el futuro nunca está asegurado; que tener estudios no es sinónimo de lograr un trabajo; que no hay suficientes oportunidades para todos; que este país prefiere que los jóvenes disfruten de un poco de movilidad exterior a que puedan colaborar con su talento dentro de nuestras fronteras; que eso de pagar impuestos sólo lo hacen los que no pueden evadirlos; que nuestra clase política vive del ciudadano en vez de por el ciudadano; que la educación la disfruta quien puede pagarla; y que, en definitiva, la vida hay que mirarla con pesimismo si no quieres que te dé un par de hostias inesperadas.
Este, y no otro, es el gran Problema Español: haber creado toda una generación de jóvenes desencantados que no ven ninguna razón para luchar por el futuro del país porque, según lo que les han mostrado, no hay ningún futuro en este país.
Si de verdad queremos salir de este pozo en el que andamos metidos, aprovechar esta recuperación que parece que comienza a llegar -aunque no lo digamos muy alto que, quizás, según viene se va-, España debe lograr que haya un proyecto de futuro del que la juventud se sienta parte -y ser líderes en paro juvenil en Europa no es precisamente un buen comienzo-.
Para lograrlo, comencemos por cambiar nosotros mismos nuestra actitud; creer que, si queremos, podemos; no tener miedo involucrarnos en los planes de futuro y no cometer los errores de nuestros padres, que, ante la opulencia que se vivía, dejaron la dirección del país a una clase política que ha acabado convirtiendo a la corrupción en su bandera; ser partícipes, y en los posible líderes, del cambio que se avecina, y que tanto se necesita si queremos salvar lo poco bueno que nos queda aún de todo lo que logramos en el 78.
Y es que si, aquellos que no tenemos nada que perder y sí mucho que ganar, no forzamos el cambio ¿Quién lo hará?
Y es que si, aquellos que no tenemos nada que perder y sí mucho que ganar, no forzamos el cambio ¿Quién lo hará?
Recuerdo que siendo jóvenes, en la década de los 60, tuvimos un gran sentido del futuro, una gran esperanza. Esto es lo que falta en los jóvenes de hoy, este poder de soñar y cambiar el mundo.
Bernardo Bertolucci
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